Dr. Rafael Estay Toloza

 En toda relación entre dos seres humanos es posible distinguir al menos cinco componentes. Cada uno de los participantes de esa interacción tiene un Self, por lo que ya tenemos las primeras dos entidades. También en ambos se constituye un Témenos, que es el espacio que rodea al Self y al que nos referiremos posteriormente. Por último, hay un espacio común, compartido, que se llena con elementos de los respectivos participantes. Corresponde al espacio transicional.

El Self  o sí mismo es la parte más íntima de uno mismo, es aquello que reconocemos como lo más personal, auténtico y privado. Decimos privado pues justamente por ser  el núcleo central de nosotros mismos tenemos que mantenerlo protegido, no contaminado, impoluto. Es decir, es muy improbable y poco recomendable, que las relaciones entre dos personas se establezcan entre sus Self. Por supuesto que en aquellos que han construido una larga relación en que prima la confianza, el respeto y el mutuo reconocimiento, es factible que se vaya estableciendo, cada vez más, un vínculo en que prime la comunicación de sí mismo a sí mismo. Pero eso no es lo habitual.

Alrededor del Self se erige un espacio protector, el Témenos, al que muy pocos acceden y que se cuida con esmero. Podríamos señalar que si al Self lo visualizamos como un templo, un lugar sagrado (Jung manifestaba que el Self es aquella entidad psíquica en la que se manifiesta lo más sagrado) y merecedor del más alto respeto y consideración; el Témenos está constituido por las murallas, el patio, los jardines que rodean al Self. La mayor parte de las relaciones no se va a dar entre dos Témenos,  ni menos entre dos Self,  sino que se va a plasmar en el espacio transicional. Es así como ese lugar transicional será usado, ocupado, habitado, por elementos constitutivos de ambos integrantes de esa relación. Lo óptimo es que se plasme libremente, de forma no amenazante, que pueda ser poblado de manera espontanea reflejando un fluir armónico, pues sólo así van a construirse las condiciones necesarias para que posteriormente pueda darse una relación en que esté permitido el paso al Témenos. Bien sabemos que la mayoría de la relaciones no se dan de aquella manera sino que están llenas de restricciones, protecciones, cuidados y limitaciones. Y en esto no hay nada de malo, al contrario, sería muy ingenuo y peligroso ir por el mundo mostrando nuestra más preciada intimidad apenas conocido otro ser humano. Aquel que hace eso estamos muy tentados de clasificarlo automáticamente como sicótico. Eso es justamente lo que observamos en los pacientes gravemente enfermos, por ejemplo en enfermos esquizofrénicos, en los que no se ha constituido un Self, o si lo ha hecho, su ámbito defensivo, su Témenos, ha sucumbido y es traspasado sin brindarle protección al Self. Es así como al paciente le va a ser difícil, o imposible, lograr determinar una identidad propia y va a ser influenciado por todo tipo de instancias externas (le van a adivinar sus pensamientos, le van a poner pensamientos, va a escuchar voces, etc.).

Como ya hemos dicho, la gran mayoría de las relaciones se van a dar en el espacio transicional y sólo algunas van a lograr ir más allá, acercándose y logrando acceso al Témenos. Justamente es en la relación psicoterapéutica donde vamos a crear, ambos participantes, las condiciones para que aquello acontezca. Tenemos que tener claro que para que eso suceda se necesita tiempo, y cuando digo tiempo no me estoy refiriendo a una extensión determinada sino que hay que ofrecerle al paciente la oportunidad de poder ir estableciendo, a su propio ritmo, un nuevo tipo de relación en que al terapeuta se le vaya permitiendo la entrada al Témenos. Ahora bien, en lo referente a permitir que el paciente siga su propio ritmo, eso merece una aclaración.

Cualquier cosa que sea sentida como amenazante va a implicar que la relación terapéutica va a habitar solamente el espacio transicional. Se va a quedar en lo conocido para el paciente, aún cuando eso conocido y la manera de actuar respectiva lo lleve a una limitación y empobrecimiento con restricciones al florecimiento del Self. Es como si en vez de expresarse un Self propio o verdadero lo estuviese haciendo un falso Self.

El falso Self en un principio va surgiendo como una instancia defensiva del Self verdadero. Si debido a condiciones innatas, a las que se agrega un medio ambiente hostil; el Self se ve en la necesidad de protegerse, va a aparecer una instancia que no corresponde a las tendencias y deseos, por así decir espontáneos, de ese ser humano. O sea, va a surgir un desvío. No necesariamente eso es un problema, puede ser todo lo contrario. Puede corresponder a la mejor maniobra de que es capaz la psique para lidiar con alguna obstrucción a su libre fluir. Justamente la capacidad de moldear, de variar, de adaptarse a las presiones del medio ambiente es un gran signo de salud mental. Aquel que se aferra tenazmente siendo incapaz de ceder, se verá mucho más expuesto a sufrir una patología. Las rigideces son sinónimo de enfermedad. No obstante, tampoco nos conduce a la salud si cedemos en demasía. Es preciso un delicado equilibrio dinámico en que la idea es que siempre exista un sobrante de energía libidinal.